Dios mira con agrado tu Obediencia
“Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. Y acabó Dios en el séptimo día la obra que hizo; y reposó el séptimo día de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios el séptimo día, y lo santificó; porque en él reposó de toda la obra que había creado y hecho.”
(Génesis 2:1-3)
El descanso de Dios en el séptimo día no es un descanso de fatiga, sino un descanso de satisfacción. Al concluir Su obra de creación, Dios miró todo lo que había hecho y se sintió satisfecho. Este descanso se convierte en un principio divino para la humanidad: el principio del sabático. Dios no descansó porque estuviera cansado, sino porque estableció un modelo para nosotros de que necesitamos un tiempo de descanso para poder disfrutar y reflexionar sobre Su creación.
Este día de descanso no es solo un descanso físico, sino un espacio de adoración y renovación. Al descansar, no solo descansamos nuestros cuerpos, sino que también reconectamos con el propósito divino en nuestras vidas. El descanso nos recuerda nuestra dependencia de Dios y nos invita a disfrutar de lo que Él ha provisto.
En un mundo que celebra la productividad constante, el descanso puede parecer una pérdida de tiempo. Sin embargo, es crucial para nuestra salud física, emocional y espiritual. Al igual que Dios descansó y miró Su obra, nosotros también debemos tomarnos el tiempo para reflexionar y agradecer. El descanso no solo es necesario para recargar energías, sino también para centrarnos en lo que realmente importa: nuestra relación con Dios, nuestra familia, y nuestra comunidad.
Jesucristo es un ejemplo perfecto de alguien que, a pesar de su intenso ministerio, tomaba tiempo para retirarse a orar y descansar. En Marcos 6:31, Jesús dijo a Sus discípulos: “Venid vosotros aparte, a un lugar desierto, y descansad un poco”. Jesús mismo nos muestra que el descanso no es solo para el cuerpo, sino también para el alma.
Ps. Roberto Brito